Da vértigo enfrentarse a un documento en blanco y ponerse a escribir.

Es muy posible que dé el doble de vértigo cuando te da la disfunción ejecutiva, como me está pasando a mí ahora.

No sé por dónde empezar, sinceramente. ¿Me presento? ¿Explico quién soy, mi trayectoria vital? ¿Por qué se me ha ocurrido crear un blog como éste?

Como habrás podido deducir por el título, soy una persona autista. Esto es así desde que nací, así que no puedo decir en primera persona la diferencia entre serlo y no serlo. La teoría ya la iré explicando poco a poco. Aquí, en el blog, espero que tanto la gente que lo es como la que no lo es pueda reflexionar. ¿Sobre qué? Pues sobre casi todo en lo que se me ocurra poner el hiperfoco.

Pasa una cosa cuando eres autista. Te das cuenta de que eres más "inflexible" que la mayoría. No es ni bueno ni malo. Simplemente es diferente. Esas dos últimas frases resumen muy bien el paradigma de la neurodiversidad, del que hablaré más adelante.

¿Qué significó esta "inflexibilidad" para mí? En el colegio, ser incapaz de quedarme en algún grupo por la hipocresía de sus componentes. Sí, éramos niñes. Pero, ¿cómo podías ser un día la mejor amistad de alguien y al día siguiente olvidarte de su existencia? ¿Cómo podías jugar tan tranquilamente un día y, al otro, pelearte como si fuera una batalla campal? Acabé adoptando, sin darme cuenta, la filosofía de que es mejor estar en soledad que con malas compañías.

Pasa otra cosa también cuando eres autista. Vas desarrollando un fuerte "sentido de la justicia" en base a la "inflexibilidad". Lo correcto y lo incorrecto, blanco y negro, tienen límites muy marcados. Los grises los vas aprendiendo con el tiempo, la madurez y la reflexión.

Sin embargo, en mi adolescencia me encontré con que, si no pude tragar con la, digamos inocente, hipocresía del mundo infantil, menos aún podía tragar con la del mundo adulto.

Nos enseñaban que todo el mundo nace con los mismos derechos. Yo veía pobreza y desigualdad. Nos enseñaban los mandatos de un Dios que amaba a todo el mundo. Yo veía misoginia y homofobia. Y así nació la chispa del activismo. Empecé a buscar información y a leer a personas que descubrieron muchas cosas antes que yo.

A este respecto, ya en la universidad, las redes sociales tuvieron un papel muy importante para mí. Me abrieron muchas puertas de una forma muy rápida. Eran (y son) mi modo de descubrir nuevas perspectivas que me fascinaban. Como aquello de que, si las chicas no pagaban en las discotecas, es porque ellas eran el producto. Qué cosas, ¿eh? Así, poco a poco, entré en el mundo del activismo en redes y, finalmente, del activismo presencial.

Estuve en dos colectivos. Uno de activismo LGTB y otro feminista. En aquel momento no sabía que era no binaria, pero sé que me habrían recibido bien igualmente. Nunca fueron transexcluyentes ni enebéfobas.

En ese periodo de tiempo, continué haciendo un seguimiento exhaustivo de todo tipo de activismo en redes sociales. Entre muchos otros, me topé con el activismo autista. ¡Menudo descubrimiento! Empecé a conectar los hilos. Oye, esto me pasa a mí. Oye, pero si yo he tenido la misma vivencia. ¿Cómo que no todo el mundo escucha la corriente eléctrica? Y tantas cosas más que ya no recuerdo.

Tuve la suerte de tener unos ingresos en aquel momento y quise llevar mi descubrimiento más allá. Confirmar o desmentir el diagnóstico de autismo. Como huelga decir, fue confirmado.

No fue así con el diagnóstico de TDAH, que fue sospechado por mí pero descartado.

Poco después, mis días de activismo presencial terminaron. En parte porque no me daba la vida y en parte porque, al tener el diagnóstico tan reciente, no supe pedir las adaptaciones que necesitaba.

No dejé de seguir los avances del activismo online. Por eso fue un palo para mí el tener que abandonar Twitter. El fin de una era. Diez años de mi vida. Mucha gente estupenda a la que conocí, muchas conexiones significativas. No obstante, mi sentido de la justicia y de buscar lo correcto me llevó a Mastodon. El activismo continuó con tanta o más fuerza que antes. Además, con una dimensión añadida: la de abandonar las redes sociales privativas. Los espacios en los que no pagamos y el producto somos nosotres.

Recuperar los rincones de la red que habíamos perdido se volvió prioritario. Y, de ese modo, he llegado hasta aquí.

Pensando en cómo podría ocupar un espacio propio. Algo que no se pierda en el olvido cuando un multimillonario pulse un botón.

Además, tener un blog también es para mí una forma de protesta contra el formato de vídeos cortos que nos mantiene en bucle, saltando de una cosa a otra durante horas.

Entiendo que haya personas que quieran difundir su información así. No sé si le pasará a más personas (autistas o no) aparte de a mí, pero hay otra razón por la que no le tengo especial cariño al formato vídeo. Proceso mejor la información escrita que la información oral. A los vídeos que me interesan mucho les pongo subtítulos. Los audios de mis amigas a veces los tengo que ir escuchando por fascículos para enterarme de lo que dicen. De este modo, por escrito, me comunico mejor. Y quizá a alguien a quien le pase como a mí le transmita mejor la información.

Volviendo al activismo en sí, siento que me ha aportado mucho.

Me ha hecho mejor persona.

Espero poder devolver un poco de lo que he recibido. Tengo mis dudas. ¿De verdad estoy aportando algo?

Como dice Maltita en su blog (que me resulta tan inspirador y agradezco tanto), este espacio lo podría estar ocupando una persona más lista que yo, pero también podría ser propaganda nazi. Así que mejor lo lleno de aquello que me importa. Aquello en lo que intersecciona mi autismo (todo mi ser y estar en el mundo), mi amor y mi rabia. Autisteando el activismo.

O a lo mejor lo lleno simplemente de mis movidas de ser autista no binaria en un mundo hecho para hombres blancos cishetero neurotípicos. Quién sabe. Si te apetece saber qué escribiré a continuación, te invito a quedarte.

PD: Quiero darle las gracias a @fma@fe.disroot.org por la idea del nombre. Sin ti, este espacio todavía sería una idea sin concretar.